José Fava vino al mundo el 10 de setiembre de 1874, en la región de Emilia Romagna, dentro de una familia de campesinos. La música y los mil oficios que aprendió en su adolescencia le serían de enorme utilidad del otro lado del Atlántico. La Ordenanza 11138/2008 establece el 24 de noviembre como Día del Vecino de la ciudad, en homenaje a su obra. Para saber por qué, consultamos a Mario Cippitelli y Santiago Rosa.
Con la generosidad de siempre, cuenta Mario Cippitelli: “José Fava era uno de esos tipos imprescindibles; uno de esos que todos quisieran tener en un equipo a la hora de planificar algo o de lanzarse a la aventura. Eso lo pensó el gobernador Carlos Bouquet Roldán cuando lo vio por primera vez en Buenos Aires. Lo mismo pensó José Edelman en esa misma reunión, seguramente de masones, que se concretó en la capital federal a principios del siglo pasado. José Fava había nacido en la Toscana y con 20 años llegó a la Argentina y anduvo por todos lados. Estuvo en Salta, después pasó por Mendoza, después en Santa Cruz, luego a Buenos Aires y en esa reunión de masones fue donde lo convencieron de que viniera a Neuquén. ¿Por qué era imprescindible José Fava? Primero porque era un buen tipo, pero además porque era un bohemio por un lado y un hombre con mucho sentido común y con mucha visión para los negocios, por el otro”.
“Era el hombre ideal para venir a desarrollar cosas en la ciudad de Neuquén que recién se iniciaba. Fue profesor de música, fue armero, fue un fanático de la esgrima, su deporte favorito, y también fue el que tuvo la primera inmobiliaria en Neuquén. Fue el que arrancó con los loteos en distintos sectores de la ciudad y el que dejó una impronta muy grande. Fue uno de los fundadores de la Asociación Italiana, fiel a sus raíces, junto a otro grupo también de etanos que habían llegado a este rincón de la Patagonia y fue ese tipo de personas que se necesitaban para desarrollar la ciudad en el medio del desierto que tanto soñaba Bouquet Roldán. Ese fue José Fava. Un tano que se jugó todo por venir a este rincón del mundo, que se casó con una tana con la que tuvo 16 hijos… un buen vecino. Un tipo de esos imprescindibles”.
El querido Santiago Rosa también suma algunos apuntes históricos: “Don José Fava fue uno de los tantos colonos inmigrantes que llegaron a nuestro país con la expectativa de un futuro mejor, de hacerse la América. Pero, a su vez, fueron personas que no solamente tentaron la suerte, también se enamoraron de Argentina. Don José Fava recaló primero en Buenos Aires, a sus veinte años, y luego le tocó recorrer mucho nuestro país, de Salta a Santa Cruz. Él traía una formación muy interesante, como tantos otros “ingenieri” italianos, se daba maña para todo: la construcción, las nuevas tecnologías de entonces, para el trabajo fabril y la producción rural”.
Rosa se ceba un mate y sigue: “Pero además era músico, trabajó como músico para el Ejército Argentino. Como director de diferentes bandas militares recorre todo el país, en ese periplo hace un primer paso por Neuquén. Llega hasta Santa Cruz, el clima lo corre de allí, y termina asentándose con su familia aquí. Se hace vecino de la joven ciudad de Neuquén en marzo de 1904. Una frase de por entonces lo marca a fuego: “Aquí está todo por hacer”. José Fava se lo tomó muy en serio e hizo de todo. A recorrer el Limay y el Neuquén y comprobó el enorme potencial de nuestra región y puso manos a la obra. Participó en los trabajos de desagüe para desalinizar los suelos, fue buscador de oro, explotó el carbón de hulla y compartió con sus paisanos un enorme empuje, una sed de progreso”.
“Fava se entreveró en muchos aspectos del desarrollo productivo de la región, como la primera fábrica de mosaicos, un taller de hojalatería, la construcción de canales y acequias, y tantos otros emprendimientos que, con el tiempo, llegaron a ser áreas nodales de la economía de la ciudad de Neuquén y del Alto Valle. Esa es una faceta de José Fava, pero luego está su enorme aporte a la construcción de aquella comunidad. Por poner solamente un ejemplo, él fue el fundador del primer conservatorio musical, llamado Clementi. También, por iniciativa suya, la U9, la cárcel de Neuquén, tuvo una orquesta propia con 25 músicos. Se les enseñaba música a los presos para que cambien la ganzúa por el clarinete”, asegura Rosa.
El profe Rosa redondea su lección: “Además era fotógrafo, de modo que retrató la vida y personajes de entonces. Los archivos fotográficos neuquinos se han nutrido del trabajo fotográfico de Fava. Pero fundamentalmente, Fava fue un buen vecino, tuvo una gran incidencia en la vida de su comunidad. Fue impulsor de los barrios más viejos como Villa María y Colonia Valentina. Entonces, junto con su faceta práctica, técnica, Fava reunía el lado social. No buscaba solamente su bienestar sino el del conjunto. Él pensó en los primeros loteos para que cientos de familias pudieran asentarse en nuestra ciudad. Su vieja casa estaba en los predios de lo que hoy es el predio del Tenis Club. Una calle del barrio Villa María lleva su nombre (nace en la Avenida Olascoaga y corre hacia el Oeste). Antes todo eso eran chacras. Hoy esa calle está llena de comercios, con mucha vida propia, como a él le hubiese gustado. En fin, fue un visionario. Su foto, con esos bigotazos y su sonrisa representa muy bien la alegre esperanza de aquellos primeros colonos que llegaron a este valle. La esperanza de construir cosas grandes para que otros y otras las pudiesen continuar y disfrutar”.
Lejos de la burocracia, el texto de la Ordenanza 11138 (que consagra el 24 de noviembre en memoria de Fava) resulta bellamente revelador. De allí extraemos algunos datos que lo pintan de cuerpo entero. Transcribo lo más destacado: su primera actividad en Neuquén fue la construcción de viviendas, entre ellas la suya propia, en un amplio predio en la diagonal Marcelo Torcuato de Alvear, donde en 1906 instaló la primera fábrica de mosaicos, considerada como la primera industria con que contó Neuquén. En uno de sus viajes a Buenos Aires, compró elementos de fotografía con los que instaló la primer casa de fotografía con que contó la ciudad (oficio que aprendió en su juventud en Europa). Hasta entonces, los vecinos y vecinas que quisieran retratarse debían trasladarse hasta General Roca.
La primera subasta de tierras en la ciudad
Grandes extensiones de tierras permanecían en manos privadas que especulaban con el valor futuro. Esto, lógicamente, impedía el crecimiento armónico del pueblo. José Fava adquirió una quinta, la que dividió en 67 lotes y los vendió en subasta. El precio de cada lote fue pactado al costo en 1,20 pesos el metro cuadrado y la venta era totalmente en cuotas, con el sólo objetivo de diagramar un crecimiento organizado y que cada vecino tenga la posibilidad de acceder a la tierra propia.
En 1911 compró tierras en Valentina Sur para entregar a agricultores, quienes abonaron las mismas en cuotas y al precio de costo. Fava se hizo cargo de la obra de riego. Gracias a una gestión suya ante el presidente Irigoyen, se llevaron a cabo las obras de desagüe para evitar la salinización de la tierra. Los trabajos estuvieron a cargo del Ingeniero Nicolás Salvatori, funcionario de la Dirección de Irrigación.
Fava fue uno de los fundadores de la Asociación Italiana de Socorros Mutuos del Neuquén y del Club Gimnasia y Esgrima. A fin de mejorar la vida de sus vecinos, instaló la primera usina de la ciudad y distribuyo gratuitamente la electricidad a toda la población. Una vez que contó con fuerza motriz, instaló la primera carpintería mecánica y trabajó la madera para la construcción y fabricación de muebles que vendía al costo y en cuotas a quienes tenían escasos recursos. La ordenanza municipal señala también que todas las actividades de Fava apuntaban a la generación de puestos de trabajo que dignificaban la vida del paisano.
Una de sus últimas grandes obras, ya entrado en años, fue la adquisición de las Chacras 76, 77, 78, 75 y 74, y la Quinta 37, ubicadas sobre uno de los brazos del Río Limay. Una vez adquiridas las tierras, las loteó para fundar el barrio que llamó “Villa María”, en homenaje a su difunta esposa, María Marocco. Luego de entregar al municipio los espacios para plazas y calles, Fava vendió los terrenos a gente trabajadora, financiados en 120 cuotas. Aunque hubo gente que no pudo pagar la totalidad de las cuotas, igualmente Fava les entregó sus escrituras.
FUENTE: Minuto Neuquen