Javier Milei aprendió que toda pelea tiene límite y que la grieta lo puede empujar al vacío. Hubo esta semana tres pruebas inconfundibles de que el Presidente decidió priorizar el pragmatismo antes que su dogmatismo. Puede criticar a la casta, pero no puede polarizar a todos contra él mismo.
La primera señal fue encargarle a la ministra de Capital Humano, Sandra Pettovello, que se siente a conversar con el rector de la UBA, Ricardo Gelpi.
La marcha universitaria fue la primera alerta de que el apoyo de la sociedad tiene un límite y un costo político. El pueblo puede renunciar a su presente. Inclusive, acepta de buen grado ponerle el hombro a ajuste económico que está corrigiendo la macro, aun cuando todos intuyen que algunos no podrán recuperarse. Algunos informes sectoriales indican que comenzó a crecer el número de despidos en las Pymes. Pero, nunca, nadie renuncia a sus sueños de progreso.
El lunes, Petrovello, y el martes, Carlos Torrendell, secretario de Educación, reencauzarán la relación que rompió el subsecretario de Políticas Universitarias, Alejandro Álvarez.
El conflicto en torno a la UTA. Las empresas de colectivos y el gremio coincidían que la única manera de destrabar una negociación salarial era pedirle a la Secretaria de Transporte y a Economía que autorizase más tarifa o más subsidios. Finalmente, se llegó a un acuerdo salarial gracias a que ese ministerio prometió que antes del 10 mayo habilitará un mix de aumentos de tarifas y subsidios.
También hubo una conversación reservada entre el secretario de Trabajo, Julio Cordero, y el titular de la UTA, Roberto Fernández. Durante un austero almuerzo con sándwiches y agua mineral, el dirigente gremial entendió de buen grado que debía colaborar.
La tercera vez en una misma semana que Milei mostró capacidad de reacción fue el miércoles, durante la negociación de la Ley Ómnibus. Cuando decidió incorporarse el proyecto de Ley Bases, surgió un conflicto entre la UCR Y Hacemos Coalición Federal, el bloque de Miguel Ángel Pichetto. Finalmente, el ministro de Interior, Guillermo Francos, dio la orden de no irritar al sindicalismo y se aprobó una reforma laboral light.
Milei entendió que el discurso político puede convertirse en un stand up. Ahora comprendió que gobernar le exige ser pragmático.