Durante más de una hora y media, lo más al sur que llegó el debate entre Kamala Harris y Donald Trump fue al Caribe, y sólo para que el expresidente lo usara como caricatura de lo que sería Estados Unidos si la candidata demócrata llegara a la Casa Blanca: “Una Venezuela con esteroides”, simplificó al extremo.
Con matices, los dos candidatos evidenciaron el lunes la vigencia de fondo del eslogan “America First”, con el que Trump popularizó en 2016 un sentimiento que ya ganaba terreno y se asentó en la política exterior de Estados Unidos.
Incluso en conflictos como el de Ucrania, en los que Washington se involucró y tiene mucho en juego, el debate pasó por el costo interno, el financiero. Harris dejó sentada la necesidad de mantener el “respeto” del resto del mundo por los Estados Unidos, pero no fue mucho más allá.
Los Estados Unidos han sido históricamente oscilantes en su relación con el mundo. Sus líderes (Jefferson, Hamilton, Jackson, Wilson) han fundado escuelas diplomáticas que difieren sobre su protagonismo global. Intervenir o aislarse. ¿El mundo es una oportunidad o una amenaza? Hoy más parece lo segundo.
Tras el momento “unipolar” que siguió a la Guerra Fría y hasta la crisis financiera de 2008, Washington traduce hoy ese vínculo con el exterior en términos de seguridad nacional, no sólo militar sino también económica y tecnológica. Si China apareció menos en este debate es porque los votantes lo dan por descontado.
Así, México es el espacio económico donde relocalizar con seguridad la producción estratégica (nearshoring) antes ubicada en Asia por costos. Al mismo tiempo, el vecino sureño es la última línea de defensa ante una inmigración centroamericana y sudamericana que cruza el Río Grande. La propia Administración Biden ha reforzado al máximo ese cerrojo en plena campaña electoral.
Entonces, otra vez la caricatura: “La gente que entró se está comiendo perros, gatos, mascotas”, dijo Trump. O agitando el fantasma de la criminalidad, otro asunto top de campaña: “¿Saben que la criminalidad en Venezuela y en otros países ha descendido? Porque los están mandando a este país”.
He representado a la Argentina ante los Estados Unidos y la ONU bajo cuatro administraciones de la Casa Blanca -George W. Bush, Barack Obama, Donald Trump y Joe Biden. En ningún caso he percibido que como país, o como región, ocupemos un lugar destacado en su agenda exterior. Salvo cuando se verifican en la región acciones de potencias “extra hemisféricas”.
Es lo que invalida, precisamente, el actual intento de “alineamiento automático” con uno de los dos candidatos. Que los Estados Unidos como nación esté dividida en “dos almas” no debe hacernos pensar que esa grieta define su política exterior de fondo. El debate dejó ver qué relevancia tiene nuestra región en la agenda de los dos candidatos.
Parafraseando a John F. Kennedy, no nos preguntemos qué puede hacer otro país por nosotros, sino lo que podemos hacer como nación -y como región- por nosotros mismos. Así, tal vez un próximo debate presidencial llegue más al Sur, con más atención y menos caricaturas.
Por Jorge Argüello- Presidente Fundación Embajada Abierta. Ex Embajador argentino en Estados Unidos
FUENTE: chptnoticias.com